Por alguna u otra razón, los dibujos animados siempre estuvieron presentes en mi vida. No es algo que haya buscado intencionalmente. Simplemente sucedió, y está bien que así sea. Si me pongo a pensar, lo cierto es que mi acercamiento al arte siempre fue desde una perspectiva emocional o intuitiva. Supongo que también desde lo lúdico.
Nunca fui de racionalizar o de investigar el arte en profundidad. No digo que con el tiempo eso suceda, pero siempre, en mi experiencia personal, ese acercamiento es desde lo sensible o desde la curiosidad.
Una necesidad expresiva o espiritual. Una forma de conexión, humana, emocional y supongo que también universal.
Dentro de la amplitud de variedades que existen en el espectro artístico, los dibujos animados siempre estuvieron presentes en mi vida.
Primero, desde que tengo uso de razón, con los dibujos animados de Merry Melodies; después, con los de Cartoon Network y Hanna-Barbera, intercalándolos con episodios live action de robots y luchadores.
Para mí, los dibujos animados eran un espacio para disfrutar, al igual que lo hacen hoy en día mis hijos, quienes luego los utilizan como trampolín para proyectar con su imaginación batallas de Transformers que lanzan láseres y tienen superpoderes.
Mirando hacia atrás, tengo algunos recuerdos de cómo esos dibujos animados conectaban con mi padre. La memoria es selectiva.
Estar mirando Los Picapiedra un viernes a la noche en la televisión de 15 pulgadas de su habitación y que papá se quede mirando conmigo un rato, igual de entretenido y comentándome lo buenos que eran Los Picapiedra o Los Supersónicos, ahora no me acuerdo bien. La memoria es selectiva.
También estaban las películas de Disney, como “La espada en la piedra” o esas que se alquilaban en algún videoclub.
Ver a Piecito, al perro Dartacan o a Fievel en América en lo de mi amigo Isidro. Sigo sin comprenderlo, pero esos dibujos se quedaron grabados en mi memoria, por más que no tenga ni idea de qué va la historia hoy en día. La memoria es selectiva.
Algunos dibujos de acción ochentosos como los Thundercats, He-Man, Robotech, Mazinger Z o BraveStar. El Inspector Gadget, La pantera Rosa… Ir al cine a ver Toy Story 1 con papá y mi hermano, y escucharlo decir lo buenas que son las películas de Disney…
He crecido con la trilogía de Toy Story. Verla primero con parte de mi familia y después con amigos.
En cuanto a la televisión, también llegué a presenciar el inicio de Cartoon Network y de Los Simpsons. La fiebre amarilla me tomó por completo. Una sitcom de dibujos animados para niños y adultos. Los Simpsons me cautivaron desde el minuto uno. El día de su estreno me quedé viendo televisión desde las 4:30 de la tarde hasta las nueve de la noche para no perdérmelo.
Siempre tuve una aproximación bastante mainstream o alternativa en el arte, pero con la animación tengo recuerdos de ver cosas que nunca había visto en ese momento.
Hay una película que me quedó totalmente marcada cuando era chico. La vi en lo de mi primo Tito. La película la había alquilado su papá. Fue la primera vez que vi un drama animado. Eso me quedó bastante marcado. La memoria es selectiva. La película era sobre un matrimonio que armaba un búnker ante una inminente bomba nuclear.
Siento que debería hablar de Caloi en su Tinta, pero eso sería hipócrita, porque lo vi de grande en YouTube algunos años después.
En I-Sat pasaban algunos cortos también que me quedaron marcados, como el de un director de animación alcohólico que había sido nominado a mejor corto animado en los Óscar… Toda la T.V. de MTV y Nickelodeon no la puedo pasar por alto. Beavis and Butt-Head, Ren & Stimpy, Bob Esponja, El Mundo de Bobby… No te das cuenta, pero la animación está siempre presente.
Siempre abarqué la animación como una forma de pasarla bien. Pero con el tiempo vas viendo material que te hace reír o te conmueve hasta las lágrimas. Básicamente, que te interpela de cierta manera. Todo depende de cómo estás, de cómo llegó ese video o en qué episodio de tu vida te agarra. Nunca le exigí a la animación tener una experiencia trascendental, pero sí hubo películas o episodios que realmente sentí que me interpelaban.
Además de ser un arte de los más completos, a veces da un poco de lástima cómo se lo ningunea; por los tiempos, presupuestos y procesos que implica, es lo primero que se deja de lado. O solo se considera como algo de niños.
Lo bueno es que creo que la necesidad de expresarse y de querer conectar con algo humano a través de la imaginación o de la emoción va a hacer que la animación siempre siga existiendo.
Son ciclos, son momentos, épocas de olvido y épocas de oro.
Me estaba olvidando de las películas de Miyasaki y las nuevas de SONY como la de Spider Man.
En fin…Sea la época que sea, la animación siempre estará presente porque dibujar y contar historias es algo que está dentro del gen de la humanidad.
Estuve viendo en Internet:
-Todo este posteo surge por un Newsletter de animación sobre un artículo acerca del National Film Board of Canada. Ahí volví a ver el corto Ryan.
-Otro corto más perturbador animado en tinta con dibujos de trazos simples: The Hat.
- Una cuenta de Motion Graphics antigua.
-El incréible mundo de Gumball, por historia y después por haber trabajado en CN; siempre va tener un lugar especial en mi corazón. Al igual que Clarence. De Gumball recomiendo el episodio The Extras. De Clarence alguno de la primer temporada.
Nos vemos la próxima.
L.